Intervención en Comisión de Asamblea por represión policial en marcha por el #8M

Nadya Donoso, en representación del movimiento de mujeres diversas en resistencia, colectiva convocante de la marcha del Día Internacional de la Mujer en el #8M, interviene en la Comisión de Derechos Humanos para comentar sobre la represión ocurrida en Guayaquil. Compartimos su intervención:

Cortesía: Coordinadora de Organizaciones Sociales del Guayas

El acto entre los hombres que se reconocen interlocutores y sujetos políticos ha implicado la exclusión de las mujeres, y su agenda incluye cómo organizar el mundo, definir hacia dónde vamos y otras delicadezas, así como las formas sutiles y perversas de mantener a las mujeres “quietecitas”. – Celia Amorós, 1990 

Me permito exponer y denunciar los hechos ocurridos en Guayaquil el 8 de marzo de 2022. La acción de la Policía Nacional fue un ataque en contra de todas las mujeres, niñas, niños, jóvenes y personas de la tercera edad, que participamos de la marcha pacífica auto convocada desde el Movimiento de Mujeres Diversas en Resistencia por el Día Internacional de la Mujer, dicha acción no responde a ningún interés partidista al igual que mi intervención. Día que está reconocido por las Naciones Unidas, justamente para visibilizar la reivindicación y la lucha continua por nuestros derechos de HUMANAS.  

Son entonces estos, los derechos – principalmente el derecho a la protesta, a la libertad de expresión y el derecho a acceder y participar del espacio público – que ejercemos mujeres, feministas y diversidades al auto convocarnos todos los años en diferentes fechas en el espacio público y que, como es nuestra costumbre, comunicamos en redes sociales de todas las organizaciones[1] y colectivas que forman parte del Movimiento. Además, informamos con antelación a autoridades competentes para que, en cumplimiento de sus deberes, realicen los preparativos necesarios con el fin de garantizar nuestros derechos.  

A pesar de esa notificación, ninguna de las autoridades oficiadas entró en contacto con el Movimiento con el propósito de coordinar o conocer en detalle la agenda planificada por nosotras para la marcha pacífica denominada “Nuestros derechos no se negocian”.  

Es así que el 8 de marzo de 2022, vivimos represión, que empezó evidenciándose desde el desproporcionado despliegue de agentes de la Policía Nacional y con expresiones de poder violentas al inicio de la marcha en el Parque Centenario, al que hemos renombrado desde los feminismos como parque Soledad Rodríguez. Desde allí y a lo largo de la avenida 9 de octubre, nos cercaron sus motos y hacían ademanes de lanzárnoslas, causando temor entre las personas y, sobre todo, sin considerar que el primer bloque de la marcha estaba conformado por más de 50 menores de edad con tambores[2], acompañados de sus madres y padres que se unieron desde diferentes comunidades de los sectores populares de Guayaquil. Ante ese primer obstáculo, algunas de las madres con pancartas y en compañía de compañeras del Movimiento actuaron como escudo para proteger a las niñas, niños y adolescentes que participaban. Ante esa primera expresión violenta de poder, comunicamos a las y los agentes que por la gran cantidad de asistentes que, superaban las 2.000 mil personas, iba a ser imposible quedarnos en un solo carril sobre la Av. 9 de octubre como pretendían que sea. Y solo después de los repetidos pedidos que hicimos varias participantes, se abrieron hacia los extremos de la Avenida. 

La caminata continuó sin ningún nuevo contratiempo, hasta que, en la intersección en la Av. Boyacá, una compañera del Movimiento que formó parte de la comisión de seguridad y cuidado tuvo que detener a un articulado de la Metrovía con el fin de salvaguardar la integridad de las manifestantes, pues un agente le dijo a otro textualmente “deja que pase la Metrovía”, sin coordinar con ninguna de nosotras la seguridad de un espacio para que el vehículo pase sin ningún contratiempo. Dicha coordinación era necesaria, pues, es conocida la impunidad violenta con la que este transporte circula en nuestra ciudad, donde estos vehículos han atropellado y matado a al menos cuatro personas desde 2016 y han sido causantes de múltiples accidentes en los que han resultado heridos peatones y ciclistas. 

Fue así que, un agente no identificado – porque es costumbre de parte de las y los agentes UMO no llevar ni el rango ni el nombre en sus uniformes – le dijo a mi compañera “muy sabida te crees, cuidado te cae un poquito de gas para que sigas gritando ¡ridícula! ya sabemos quién eres”. Esta expresión de violencia explicita es la demostración de discriminación y misoginia con la cual se ha construido la cultura de represión de los uniformados representantes del Estado, expresión de la que fuimos víctimas las mujeres, feministas y disidencias en la marcha del #8M en Quito, Cuenca y Guayaquil. Y que continuó específicamente en dos puntos más del recorrido, detallo: 

  1. Por la falta de planificación y prevención por parte de las autoridades, en la intersección de la calle Aguirre y Av. Malecón, insistieron en cercarnos, sin tomar la experiencia del fracasado intento de limitar el espacio a un solo carril a más de 2000 mil participantes. Fue así que nuevamente, en el ejercicio de nuestro legítimo derecho a la protesta y para garantizar la seguridad de todas y todos, varias compañeras entre ellas compañeras adultas del CEPAM Guayaquil, formaron una barrera para bloquear el paso de los autos. Bloqueo que, insistimos desde el movimiento y con base a la experiencia, debió estar garantizado por parte de autoridades del Estado. En esos momentos, el Capitán Jackson Maldonado Vélez me dijo: “Usted arruinó todo un operativo policial, todo lo que pase aquí será responsabilidad suya.”. En Ecuador 65 de cada 100 mujeres hemos experimentado algún tipo de violencia a lo largo de nuestras vidas, la violencia contra la mujer es un común denominador, es una problemática social. Y a pesar de eso, aún hoy resulta que somos las mujeres las únicas responsables de las violencias que ejercen contra nosotras y no se pone la responsabilidad al verdadero culpable: el victimario. El Capitán Maldonado Vélez, demostró ser un socio del poder tradicional de represión a la mujer al culpabilizarme de actos que eran de su entera responsabilidad, pues por su cargo y experiencia fue asignado para garantizar nuestro derecho a la protección, a la seguridad y a la participación en el espacio público.   
  1. Antes de continuar la narración de los hechos en la intersección de la avenida Malecón y Loja, quiero exponer que, en repetidas ocasiones, tanto yo como mis compañeras voluntarias de la comisión de seguridad y cuidado de la movilización pacífica. Informamos a varios agentes que se acercaron a consultarnos el recorrido de la marcha que: tomaríamos a la izquierda en la calle Loja, hasta la calle Rocafuerte para dirigirnos a la ex Plaza Colón, renombrada por el movimiento como Plaza Tomasa Garcés. Sin embargo, cuando llegamos a la intersección mencionada, estaban las y los agentes con motos bloqueando el ingreso a la calle Loja. Por lo tanto, varias de nosotras insistimos que nos dejaran pasar, incluso repetíamos “déjennos pasar, déjennos pasar” en esos minutos el Capitán Maldonado Vélez en un ejercicio violento de poder expresó “ya me cansé de tanta pendejada” y ordenó al cerco de uniformados, no dejar pasar a nadie. En ese momento fuimos reprimidas con aerosol pimienta o gas lacrimógeno, afectando a varias compañeras que, por el simple hecho de caminar y estar presentes, fuimos agredidas. Otras compañeras y yo dimos asistencia a las personas afectadas: una de ellas se desvaneció, otra vomitó en repetidas ocasionas, otras nos asfixiamos, tosimos y tuvimos afectaciones en la piel y vías respiratorias. Desde ese día nos preguntamos: ¿cuál fue la motivación de la Policía para cerrar el paso hacía la calle Loja? El Capitán Maldonado Vélez alegó que tenía “órdenes de NO dejarnos volver entrar al centro”. Reitero que, en nuestra planificación, informada oportunamente, nunca estuvo previsto volver al Centro, pues nuestro recorrido terminaba en la Plaza Tomasa Garcés, en donde ya estaban los equipos y las compañeras esperando para el cierre de la jornada pacifica, interrumpida de manera agresiva, violenta y prepotente por la Policía Nacional. En ese mismo sentido también nos preguntamos ¿Quién dio esa orden? 

Existen registros fotográficos y audiovisuales como los generados por el Comité Permanente de Defensa de los Derechos Humanos, CDH, que documentan la agresión injustificada que vivimos. Por eso, escuchamos con sorpresa e indignación las declaraciones del general Víctor Zárate, comandante de la zona 8, que ante nuestra denuncia pública dijo que «mujeres con el torso desnudo provocaron a los agentes», reforzando no solo estereotipos sobre el activismo feminista y sobre la autonomía de nuestros cuerpos, sino además mintiendo sobre los hechos de ese día. 

Quiero citar las palabras de mi compañera la periodista Thalíe Ponce, ante una pregunta generada desde un medio de comunicación tradicional y que es probablemente el común pensar de quienes hoy nos escuchan. Le preguntaron: “pero la Policía dice que en Guayaquil no hay ninguna mujer golpeada como en Quito, ¿entonces por qué dicen que vivieron violencia?” a este comentario que desconoce el abuso de poder por parte de la policía y que minimiza las expresiones violentas ella respondió “las expresiones de violencia no son solo golpes, el echar gas injustificadamente es también una forma de agresión y el estar en motos es un ejercicio de poder frente a mujeres que van a pie y quedan en vulnerabilidad frente a ellos, más aún si nos atemorizan lanzándonos las motos encima…” y hago mías esas palabras. Porque el abuso de poder y el uso desmedido de la fuerza son formas de violencia que vivimos las mujeres por parte de la sociedad y del Estado. 

Además, cito las palabras de la escritora, filósofa y teórica feminista española Celia Amorós: “Entender al feminismo es entender que las múltiples formas en que se concreta y reproduce la opresión de las mujeres nunca han sido ni evidentes ni de sentido común, al contrario, han sido resultado visible de intensos procesos colectivos de elaboración de nuevos marcos de justicia” y las más de 40 organizaciones, colectivas e integrantes del Movimiento de Mujeres Diversas en Resistencia llevamos procesos colectivos como la marcha del 8M, con el fin de visibilizar la opresión y represión Estatal que es usada en muchas ocasiones, como instrumento de violencia continua y para la explotación sistémica de las mujeres y que se puede evidenciar en la realidad, ha alcanzado dimensiones inigualables. Como ejemplo, el 2021 fue el año con más feminicidios desde que se tipificó el delito en el Código Integral Penal, desde la sociedad civil se registraron 197 muertes violentas por razones de género en ese año y 1084 desde el 1 de enero de 2014 hasta el 16 de marzo de 2022. 

Es por nuestra experiencia, que notamos que la gran mayoría de la sociedad ecuatoriana y representantes del Estado, como las y los miembros de la Policía Nacional, no perciben la violencia ni la discriminación hacía las mujeres como una problemática que afecta no solo a la sociedad, sino también al desarrollo y la economía de un país, y no es ninguna “pendejada” citando la palabra que uno de los agentes de la Policía Nacional dijo, porque “se cansó” de que nosotras ocupemos el espacio público para expresar nuestra indignación ante la violencia sistemática de los poderes que atraviesan nuestras cuerpas y levantar nuestras voces en resistencia y exigibilidad de nuestros derechos en la marcha “Nuestros derechos no se negocian” en Guayaquil. 

Antes de terminar mi intervención, me permito compartir el mensaje de denuncia de una compañera que forma parte del Movimiento de Mujeres Diversas en Resistencia – #GuayaquilFeminista que no pudo estar aquí: 

Vivian Cartagena – Seguridad y Cuidado del Movimiento y miembra del CDH Guayaquil – “Lo ocurrido en la marcha pacífica del #8M nos ha enviado a las mujeres un mensaje clarísimo, para el gobierno nuestros derechos siguen siendo objeto de negociación y no de garantía. La desigualdad estructural y la violencia sistémica que vivimos a diario las mujeres fue, una vez más, demostrada a través de la desproporcionada represión. No nos cansaremos, no nos desmovilizaremos, no volverán a tener la comodidad de nuestro silencio. Las mujeres seguiremos en las calles y en todos los espacios de los cuales nos han querido desplazar, porque nuestros derechos son derechos humanos y como tal, los seguiremos conquistando.” 


Asambleístas y representantes del Estado, desde el movimiento Feminista de Guayaquil manifestamos nuestro rechazo e indignación por la represión de nuestros derechos. Esperamos que hoy nuestro testimonio sea tomado en cuenta y no sea ridiculizado, silenciado o puesto en duda, como nos ha pasado a muchas mujeres en el sistema social y de justicia de nuestro país.  

Desde la resistencia feminista seguiremos luchando contra el sistema de opresión patriarcal histórico, porque sabemos que solo levantando nuestras voces y en la exigibilidad y avance de nuestros derechos, cambiará. Tenemos la esperanza y la ilusión de que puede existir un Ecuador democrático digno, de igualdad de oportunidades y de justicia social para todas, todes y todos.  


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